sábado, 11 de febrero de 2012

Capítulo 1: Teatro dibujo y psicología


·Teph

-¿Y desde cuándo te ocurre esto? –me preguntó Beth.
Estábamos Mike, Beth y yo apartados del resto de la gente, en un rincón del patio. Beth tomaba notas ansiosamente en su “cuaderno de experimentos” –lo peor es que yo era el sujeto- sobre los extraños sueños que había tenido.
-Una semana más o menos –contesté yo-. Al principio no eran muy nítidos, pero estos últimos días he llegado a poder escuchar algo.
    -¿Escuchar? –repitió Beth mientras escribía en el cuaderno. Al final el bloc iba a acabar con un agujero enorme en el medio-. Cuéntame de que va el sueño. Mike, dibujo.
Mike se inclinó para rebuscar en su mochila y sacó un cuaderno de dibujo y unos carboncillos. Esto ya se estaba yendo de las manos, pero si ambos querían estudiar sus respectivos bachilleratos, tendría que poner algo de mi parte, ya que ellos me habían ayudado para que yo me sacara el de teatro haciendo de los personajes secundarios.
-Veamos –empecé yo un poco nerviosa-. En mi sueño hay dos partes: La del sueño en sí y la de la observadora.
-¿Qué es la observadora? –preguntó Beth.
-Soy yo –contesté-. La observadora es la “yo” que ve el sueño desde un segundo plano. No puede escuchar lo que dicen las personas del sueño, ni tampoco interactuar con ellos, pero puede observarlos, de ahí el nombre. Va entera vestida de negro, con una camiseta y unos vaqueros. No lleva zapatos, va descalza.
Beth apuntó rápidamente mientras Mike hacía un dibujo, más o menos, de la observadora. Seguramente para el día del examen podría tenerlos acabados.
-¿Y la parte del sueño? –me preguntó Mike mientras pasaba el dedo por el dibujo, seguramente para difuminar alguna sombra.
-Eso ahora os lo explico –dije yo. Cogí aire y proseguí-. El sueño empieza con la observadora. Está en una habitación negra, sin luz, pero ve bien por dónde va, como si sus ojos estuvieran adaptados a la oscuridad. Empieza a caminar, en línea recta, hasta que se choca contra la pared de la habitación. Pero no se choca, si no que la empuja, y es como una puerta, que da a una playa.
-¿Una playa? –preguntaron Mike y Beth al unísono.
-Si –digo yo-. En la playa hay mar a la derecha y una zona de rocas a la izquierda. A lo lejos se ven unos árboles que no consigo identificar. Por la arena, caminan dos personas cogidas de la mano. Un chico y una chica. Él es más alto que ella. La observadora se acerca a ver quiénes son –hice una pausa para respirar y pensar qué venía a continuación-. Ambos van vestidos de blanco. Ella lleva puesto un vestido largo, por los tobillos y sin mangas ni tirantes. El la mano tiene unos tacones blancos, sencillos. Su pelo es negro y largo, más o menos por la cintura. Es pálida, y el hecho de llevar el vestido blanco, hace que parezca que tiene piel de porcelana. Ojos grandes y bonitos, de color plata, parece que brillan. Labio pálidos, pero no enfermizos, sino claros. Cara ovalada y suave. Su cabeza está apoyada en el hombro del chico. El, por su parte, lleva una camisa, algo entreabierta. Los pantalones también son blancos, y al igual que  la chica, en la mano libre lleva unas Converse All Star. Es guapo, mucho. Tiene una cara cuadrada y hombros anchos. Se mueve con ligereza, pero echa los hombros hacia atrás. Hace natación o baile. Tal vez las dos cosas. Su pelo es pelirrojo, ni largo ni corto, una medida intermedia. Sus ojos son de dos colores diferentes, el izquierdo azul y el derecho marrón. Aunque puedan dar miedo, inspiran confianza, amor, cariño. A la observadora le fascina, y la chica parece estar enamorada de él. Se ríen y hablan. No oigo lo que dicen, no pueden verme y yo a ellos tampoco. De repente, el chico se para y para a la chica cogiéndola de los hombros, y le dice algo. Al principio la chica solo le mira a los ojos con gracia, como si fuera una broma, pero luego se pone seria, se sonroja y contesta. Creo que le ha dicho que le quiere, porque luego se besan. En ese momento, la observadora se quiere acercar más, pero cuando lo intenta, le ocurre como en la caja negra: La imagen se gira y actúa como si fuera una puerta. Entonces, a observadora aparece de nuevo en la caja negra, donde empieza a ver de nuevo oscuro, hasta que todo se vuelve negro y me despierto. Y ¿sabéis que es lo más raro? –les pregunto a Beth y a Mike, pero sin darles tiempo para contestar, lo digo yo-. Que la chica del vestido blanco... Soy yo.
Los tres nos quedamos en silencio durante un largo rato. Sólo se oye los gritos de la gente y el raspar de los carboncillos de Mike en el papel.
-Y ¿siempre es lo mismo? –me pregunta Beth.
-Si –contesté-. Siempre es lo mismo. El primer día no se oía nada, sólo estaba la observadora y la doble mía vestida de blanco. Luego, según pasaron los días, escuchaba las risas, a veces cosas que decían sin abrir la boca, tal vez sus pensamientos. Pero el último día escuché como me decía “te quiero”. A veces, oigo sus conversaciones, algo distorsionadas al principio, pero si afino el oído puede saber de lo que hablan. Capto algunas palabras: Sueños, destino, magia, eterno, destino...
No digo más cosas, porque también había oído más nombres: Nate, Gus, Bethany, Fatum (que por lo poco que sé de latín, significa Destino) y el más inquietante: Stephanía. Mi nombre.
-Lo siento Teph  –nos interrumpió Mike-. Esto es lo más concreto que puedo sacar con las pistas que me has dado. Y con el poco tiempo que he tenido.
Me pasó el bloc de dibujo. En la primera hoja había pintado, de una manera muy tosca y primitiva, con trazos rápidos, la observadora. Una yo vestida de negro de pies a cabeza. En la siguiente hoja, Mike había dibujado la playa. Estaba bastante bien, porque era muy concreta, pero claro, encontrar una playa así era demasiado difícil. Hay demasiadas. En la siguiente hoja estaba la chica de blanco. Mike había conseguido aproximarla mucho a mí, aún no sabiendo en el momento que se la describí que era yo. Y en la siguiente esta el chico de los ojos de cada color. Ha hecho un dibujo de la cara. Se parece mucho al de mi sueño, dentro de lo que cabía. Y por lo rápidamente que lo ha dibujado
-Está bien –dije yo-. La cara no es tan cuadrada. Suavízala un poco. Y un poco más de mofletes, pero tampoco te pases. Tiene algunas pecas, se me había olvidado decírtelo. La boca no es tan gruesa, un poco más fina.
Mike hizo lo que le dije. Ahora el boceto se parecía aún más al chico misterioso de mis sueños. Si supiera quien es...
-Bueno –dijo Beth apartándose un bucle rubio de la cara-. Basándonos en lo que ya tenemos, creo que ya sé por qué sueñas todo el rato lo mismo. Hay dos opciones.
>>La primera opción es que tienes una necesidad que tu cuerpo no te puede cubrir –en este caso en ser querida, o incluso, el sexo- y que mediante tus sueños puedes llegar a cubrir de una manera indirecta, pero efectiva.
-Así que mis sueños –dije yo algo estupefacta-, son ¿fantasías?
-Algo parecido –dijo Beth levantando la vista por primera vez de su cuaderno-. Tu cerebro crea una ilusión, que, al no poder cubrir por ti misma, la crea para que te sacies. O eso o... –se quedó de piedra durante un rato, en el mayor silencio que le había visto aguantar en toda su vida- ...o lees el futuro. Mira.
Me giré, y como Beth, me quedé de piedra. En la puerta del patio estaba... Él. El chico de mis sueños, el que me ha besado. Pero no era el mismo. Sus ojos eran fríos y no amables. Ese chico no había amado todavía.